Simpatías y antipatías políticas

(El subtítulo de esta entrada era "Por que algunos ladrones pueden llegar a presidentes y otros no")

Me acordaba de una clase del curso de Dan Ariely sobre deshonestidad, donde mostraba varios experimentos donde las personas tienden a ser más honestas mientras más cerca estén de sus víctimas y mientras el delito esté más relacionado con dinero físico, en efectivo. Esto lo ilustra muy bien el siguiente chiste:

Jorgito es castigado en la escuela y llaman a su padre porque le robó los lápices a un compañero, al volver a su casa el padre muy irritado lo encara y le dice "hijo, cometiste un error muy grave y que te puede llevar por muy mal camino en tu vida, nunca, nunca jamás debes robar algo a tus compañeros, no me explico como pudiste hacerlo sobre todo sabiendo que no te habría costado nada pedirme, no me cuesta nada traerte veinte lápices de la oficina".

La deshonestidad es complicada desde su definición, un ladrón, que toma su trabajo de manera profesional, puede tener un comportamiento muy honesto aunque sea ilegal. Los ladrones y criminales tienen un sistema de principios morales igual que todos nosotros y viven de acuerdo a esos principios, deben existir muy pocas personas completamente amorales, yo al menos no he conocido a ni uno, pero los valores son personales, no hay manera de imponerlos.

Seguramente por eso la deshonestidad de un político tiene tan poco importancia, las personas consideran que los recursos del estado son como los lápices y las fotocopias de la oficina, no es un delito ni tiene nada de malo robárselos, el fraude y la estafa al fisco se pueden usar como argumentos de campaña pero tienen corta vida porque la mayoría tenemos la noción que la plata del fisco no es de nadie y que robarle es un delito sin víctimas.

Muy distinto es cuando los hermanos Parisi se embucharon la plata de las cotizaciones previsionales de sus trabajadores, en ese caso las víctimas son pocas y bien identificables. Lo mismo cuando Marcel Claude no paga la pensión alimenticia o las deudas con sus ex trabajadores, es como pillarlos metiendo la mano al bolsillo de alguien, acto que la mayoría de la gente considera asqueroso y sinverguenza.

La querella contra Bachelet por fraude al fisco no creo que afecte su popularidad ¿quien va a dudar que le ha robado al fisco de una u otra manera? Lo que pasa es que a nadie le importa demasiado, si la situación de su hijo, colocado por ella en cargos públicos de los que ha salido ostentosamente enriquecido no causa ni una fracción de la indignación que ha causado lo de los hermanos Parisi. Si hubiesen pillado a Bachelet estafando a una sola persona, con antecedentes tan claros como el enriquecimiento de su hijo hoy sería un cadaver político como le pasó a Parisi.

Por eso no creo en los juicios morales, me molestan porque se basan en la absurda idea que todos debiesen tener una moral común. Hay mucha gente que piensa que los dueños de bancos, del retail o lo que sea son inmorales porque "se aprovechan de la gente",que manera mas básica de pensar, y maniquea, porque los mismos que critican serían los primeros en hacer lo mismo si estuviesen en su lugar

Me imagino a los que critican a Golborne si estuviesen en el puesto de gerente de Cencosud ¿cuantos le dirían a Paulman "señor, no estoy de acuerdo con su política sobre tarjetas de crédito así que renuncio"? En Chile -como decía en la entrada anterior- somos los campeones mundiales en la aplicación de la Ley del Burro: exigimos a los demás todo lo que nosotros mismos no haríamos ni muertos.

En mis opiniones morales -a estas alturas ya no hago juicios- siempre pienso primero que haría yo en el lugar del sinverguenza, estando en sus zapatos ¿me quedaría con las cotizaciones de mis trabajadores? Claro que no ¿defraudaría al fisco? Nunca lo he hecho y prometo que no lo volveré a hacer. Por eso Parisi se cocinó y Bachelet va derecho a la moneda. Al final es solo cuestión de simpatías y antipatías, nada más que eso.