Rarezas chilenas: el fetiche carcelario

Nuestras cárceles están repletas. Si no me equivoco, Chile es el segundo país con más presos por cada 100.000 habitantes en América Latina, después de Surinam. En vista del gran hacinamiento que presentan nuestras cárceles nuestros genios de las comisiones de libertad condicional aplicaron recientemente una liberación masiva, alrededor de 2.000 presos condenados por violación, estupro, homicidio, incesto y otras travesuras por el estilo. Obtuvieron su libertad condicional a pesar de los informes negativos de Gendrmería en muchos de esos casos.

Pocos días antes, la presidente Bachelet había indultado -por razones humanitarias- al asesino y descuartizador de Villa Alemana que purgaba cadena perpetua. Es una cadena de señales que el Gobierno y el Poder Judicial de Chile están mandando a la gente, lo malo es que nadie logra entender cual es la lógica detras de estas liberaciones masivas de criminales ¿Que diablos quieren transmitir con esto?.

Las comisiones de libertad condicional están normalmente integradas por el presidente de la Corte de Apelaciones respectiva y varios jueces de la plaza. Al principio trataron de echar la culpa a Gendarmería y cuando no pudieron seguir negando su responsabilidad, el presidente o el vocero de la Corte Suprema zanjaron el asunto diciendo que no tenían por que dar explicaciones a nadie. Así de descarados.

Lo más probable es qu simplemente esogieron al azar entre las solicitudes y firmaron sin estudiar nada. Si el objetivo era aliviar el hacinamiento, habría bastado con liberar a los miles de personas que están en la cárcel por delitos relacionados con la Ley de Drogas, que no han cometido hechos violentos, los condenados por cuasidelitos y a todos los encerrados por delitos económicos, que podrían presentar riesgos para el patrimonio pero no para la integridad física de las personas. Sin embargo estos -iba a poner vagos imbéciles, mejor pongo señores- no se dieron el trabajo de seleccionar a aquellos de menor peligrosidad, simplemente liberaron a destajo. Un par de días después de ser liberados en Valparaíso, tres de los "beneficiados" fueron arrestados nuevamente: salieron directamente a robar

Mantener a un preso en un penal consesionado cuesta alrededor de 500 mil pesos, unos US$ 700 mensuales, en un penal operado por el estado cuesta aproximadamente la mitad, pero ese es un número engañoso por la multitud de subsidios cruzados que existen en esas cárceles. Podemos quedarnos entonces con los 700 dólares como una cifra realista. Todos los meses en un país donde sube la cesantía, el estado gasta el equivalente a más de 3 sueldos mínimos cada mes en mantener encerrados a más de 40.000 presos. Lo más curioso es que desde que se empezó a aplicar la Reforma Procesal Penal, el número absoluto y la tasa de presos vienen aumentando de manera sostenida, año tras año, miren:

¿Como es esto posible, si uno de los pilares que justificó la reforma era que iba a reducir el hacinamiento, atribuído a la lentitud de las causas que mantenía a personas en prisión preventiva por largo tiempo? En esto, como en muchas otras cosas la reforma fracasó, hoy Chile es el país con menos gente en prisión preventiva de América Latina, sin embargo ocurre un carrusel de ingresos y egresos que crece año a año, debido a que la reforma procesal ha creado un sistema que incentiva el delito, que se ha transformado en una ocupación rentable y bastante segura.

El profesor de la Universidad de Chile Jean Pierre Matus Acuña, es uno de los pocos picapleitos de la academia que se ha atrevido a explicar lo que está pasando. Es algo muy distinto al consenso que han impuesto los políticos y su corte de abogados, que viven adosados, como peces piloto limpiando los dientes del tiburón del estado: se trata en palabras del propio Matus que:

"Los castigos no son proporcionales a los delitos (y en delitos patrimoniales, robos, hurtos, estafas y otros delitos de carácter económico, a la expectativa de ganancia del delincuente), y su imposición tampoco es probable, entonces el problema no es que sean sólo inútiles para la reducción de la actividad criminal, pues ni disuaden ni incapacitan, sino que, además, la estimulan..."

La Reforma Procesal Penal, el cúmulo de nuevas leyes y delitos agregados al Código Penal, nos han llevado a un sistema que no tiene pies ni cabeza, que incentiva y premia a los delincuentes. Casi nadie se atreve a decirlo, opiniones como la de Matus son rarísimas entre los abogados porque la mayoría se pliegan a justificar el fracaso con razonamientos dignos de lo tineterillos que son. Abogados y jueces viven inventando justificaciones para este fracaso que cada día nos cuesta más y nos hace vivir ás inseguros.

El otro día el periodista peruano Mariategui decía "uno habla con cualquier chileno y al poco rato aparece un carabinero", es una observación divertida y cierta, dentro de cada chileno hay un pequeño señor vestido de verde, en algún rinconcito de su cerebro, listo para multar y mandar a la cárcel.

Porque a los chilenos nos encanta mandar a la cárcel, es nuestro fetiche casi sexual, pedimos cárcel para todo: si alguien cobra mucho o se colude con otro para cobrar lo mismo, aparece la jauría aullando ¡cárcel, cárcel!, lo mismo si alguien maneja pasado de copas, aunque no haga el menor daño, o si emite una boleta "ideológicamente falsa" o si pasa un paquete con droga para que algunos pasen -voluntariamente- un rato agradable. ¡Carcel, cárcel! Gritan los imbéciles, sin darse cuenta que cada gil que meten preso tendrá que ser financiado con 700 dolares mensuales, cada mes de encierro, pagado por sus propios impuestos.

La cárceles en Chile están repletas de gente que no tiene nada que hacer allí, se usan para venganza política en el caso de muchos militares encarcelados, se usan cada vez más como instrumentos para descargar el resentimiento político o social, en lugar de lo que deberían servir, que es mantener encerrados a los criminales peligrosos y violentos. ¡Cárcel, cárcel! Aullan los idiotas, y al mismo tiempo votan por gente que indulta a asesinos y descuartizadores y no se inmutan cuando los señores jueces, por ineptitud o negligencia, devuelven a la calle a los peores criminales