Malditos hipócritas

"me preocupa la reacción de la gente. Conocemos y sabemos del amor compulsivo de él (S. Piñera) por las finanzas, pero que para Chile no sea importante o para muchos chilenos no sea importante la probidad o la transparencia en la gestión o separar el dinero de la política eso es más preocupante, pero tiene que ver con la doble moral tan propia nuestra, pero es un tema cultural que debemos afrontar entre todos”.

Lo declaró en una entrevista el candidato presidencial oficialista Alejandro Guillier "El Pedro Aguirre Cerda del Siglo XXI" según Velasco, presidente del Partido Radical.

Esto ya parece un chiste. He perdido la cuenta de las veces que a gente del gobierno se le dan vuelta sus propios argumentos, cuando las banderas de lucha con que han atacado a la oposición se les vuelven en su contra. Esta vez le tocó a la relación entre la política y los negocios y el supuesto cohecho en que han incurrido algunos políticos al recibir plata de las empresas.

El años 2016 escribí una entrada, tal vez demasiado larga, llamada La Política y el Billete, donde explicaba como algunos de estos geniales estrategas de gobierno habían armado un caso moral y legal para destruir la reputación de los políticos opositores Jaime Orpis y Marta Isasi, en relación a dineros recibidos de la empresa Corpesca. En su momento estos casos fueron presentados como el colmo de la inmoralidad y un cohecho escandaloso. No han sido los únicos casos, sino una serie que empezó con el llamado "Caso Penta" que al principio les resultó muy bien.

Entusiasmados con el éxito inicial y ayudados por sus perros fieles, incondicionales, que tienen en los tribunales y la fiscalía pensaron haber descubierto la piedra filosofal que les garantizaba la vida eterna en política. La idea era que la oposición de derecha había creado una relación perversa entre las grandes empresas y la política, para vender esa idea al populacho usaron todos sus recursos y pusieron a ladrar a todos sus perros.

El periodista Daniel Matamala escribió el libro "Poderoso Caballero", donde describía con santa indignación sobre el asunto y muchos políticos de gobierno hablaron sobre la necesidad de crear "una cortina de hierro" que separe el dinero de la política. Gracias a ese invento legitimaron la abusiva Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos, una de las leyes más hipócritas y costosas para los contribuyentes que adornan nuestro sobrecargado código.

El Partido Socialista y sus inversiones
Pero al que escupe hacia el cielo le puede caer en la cara, ayer un canal de televisión publicó los resultados de un análisis de la contabilidad del Partido Socialista, obtenido gracias a nuestra muy útil Ley de Transparencia, donde apareció una curiosa historia.

Resulta que con la "vuelta de la democracia", es decir el retorno de los políticos al poder, el Partido Socialista fue "indenmizado" con 7.200 millones de pesos (unos once millones de dólares) por activos de los que habría sido expropiado durante el Gobierno Militar. ¿Como se calcularon esas indenmizaciones? Nadie lo sabe, pero para proteger ese importante patrimonio el partido decidió crear un fondo para invertir en empresas como SQM, Pampas Calicheras y varias otras empresas de tarifas reguladas como concesionarias de autopistas y sanitarias, las mismas que -obviamente- podían llevar al cielo o hundir con sus gestiones desde el gobierno y el parlamento.

Esas inversiones estaban a cargo de un comité de administración colegiada, uno de cuyos jefe era nuestro inefable ex ministro Arenas, que con esto agrega otra más a la larga serie de estupideces cometidas durante su participación en la política.

Un negocio redondo
Lo más divertido de todo esto -y que parece todavía nadie lo ha notado- es que de acuerdo a otras investigaciones, el Partido socialista recibía coimas masivas de SQM y Pampas Salitreras, quienes a su vez invertían fuertes sumas en comprar acciones de estas mismas empresas. O sea se coimeaban a si mismos.

Siempre he admirado mucho a don Julio Ponce Lerou que siendo rematador de ganado en el sur, se casó con una de las hijas del General Pinochet y en lugar de aprovechar para comprar una compañía importante se le ocurrió comprar Soquimich, una empresa en la ruina, totalmente quebrada y con valor cercano a cero, nadie la quería comprar excepto por la chatarra. De muy buena fuente me contaron la furia del general Pinochet cuando supo la disparatada ocurrencia de su yerno. Pero en pocos años Soquimich se reinventó, tuvo un crecimiento explosivo basado en la creación de fertilizantes boutique y era una de las empresas más importantes del sector a nivel mundial.

 La historia de Soquimich y Ponce Lerou es fascinante, algún día se contará y sin duda será recordado como el empresario más genial del Chile moderno, cuando pasen los intereses políticos del momento. No ha habido empresa más creativa y exitosa, en buena parte porque Ponce supo escoger con pinzas a su gente y a su amistad con Hernán Buchi, que llevó a la empresa como director durante sus años de más éxito. Pero no solo era bueno para los negocios, sino que comprendió desde el principio que tendría que pagar el cupo mafioso a los políticos, cosa que hizo con puntualidad y abundancia.

Pero el punto máximo de la genialidad empresarial lo podemos ver en su relación con el Partido Socialista, que había recibido varios millones de dólares fruto de la generosidad fiscal. ¿Que hacer con tanta plata? Fíjense bien:, seguramente Ponce les aconsejó invertir en su propia empresa, cuyas acciones dan excelentes dividendos. De esta inteligente manera, desde un bolsillo salían los millones para pagarles las coimas exigidas, mientras que al otro bolsillo entraba esa misma plata en la forma de ingresos por venta de acciones. Nada se pierde, todo se transforma, sin ser físico, Ponce entendió este maravilloso principio y lo aplicó en su empresa.

¿Que tiene de malo todo esto?
Nada, absolutamente nada de malo, incluso convertir coimas en venta de acciones resulta en una especie de círculo virtuoso, por pervertido que pueda parecerle a algunos moralistas.

Pero ¡un momento! Resulta que el Partido Socialista tuvo la genial idea de moralizar con el asunto, señalando con el dedo a otros, destruyendo reputaciones, por hacer exactamente lo mismo que ellos estaban haciendo de manera masiva. Es algo tan asquerosamente hipócrita como ver a Charles Manson acusando a otros por incitación al odio.

Ahora que se la coman. Y que tengan buen provecho -aunque lo dudo- malditos hipócritas.