Los niños viejos y los viejos niños

He escrito poco esta semana, primero por el resfrío, después porque andaba con los monos y ahora por simple flojera o apatía. Pensaba colocar mi acostumbrado Refrito del Sábado, aprovechando que los sábados bajan mucho las visitas, pero el sentido del deber me dijo ¡no! "nulla dies sine linea" dijo Plinio el viejo y le voy a hacer caso: ni un solo día sin escribir una línea, lo que no logre en calidad por lo menos lo tendré en cantidad, así es que aquí vamos de nuevo.

Uno de los problemas de escribir una entrada todos los días por más de diez años es evitar repetirse demasiado, bueno, es inevitable que me repita especialmente en temas que me gustan como la educación o la política, recuerdos, filosofía barata y tantos otros temas de los que disfruto escribiendo, la verdad es que hasta ahora nunca me he quedado sin tema aunque rara vez tengo idea de que voy a escribir, simplemente empiezo y coloco lo primero que se me viene a la cabeza.

Esta vez estaba pensando que es cada vez más común que los niños se comporten como viejos y los viejos como niños, parece que es una secuela que quedó de los años de los hippies, cuando todos los que hoy estamos viejos nos creíamos un poco Peter Pan y a nadie le hacía maldita gracia la idea de crecer. Pero el espíritu infantil tiene sus cosas buenas y también sus cosas malas. Así como hay niños adorables, también hay muchos que son unos pelmazos insoportables y malcriados. Algunos de nuestros viejos niños siguen siendo así.

Pienso por ejemplo en la presidente Bachelet, que debe ser unos cuatro o cinco años mayor que yo y creo que en ella se ven todas esas características tan feas que a veces tienen los niños: voluntariosa, insensible y manipuladora, todos tienen la culpa menos ella que siempre es víctima. Desconfiada de todos y con terror a tomar decisiones, igualito que ciertos niños.

Nicolás Maduro es otro ejemplo de ese narcisismo tan propio de los niños malcriados, no le importa nada, le dan lo mismo las consecuencias pero se tiene que hacer su voluntad porque si no le da una pataleta. Lo malo es que cuando a un niño le da una pataleta simplemente se tira al suelo y se pone a chillar, cuando le da en cambio a este elefantiástico niño que es Maduro se mata a gente o se encarcela y se tortura, los niños pueden llegar a ser muy crueles, especialmente si tienen algún poder. Es lo que le pasó a Calígula, otro niño que no quería crecer.

Los que hoy son jóvenes en cambio, parece que nacieron viejos. Toda esa generación que nació alrededor de los noventas son realmente como victorianos o canutos. Se escandalizan por todo y parece que no hay nada que escape a su santa indignación, son ridículamente cartuchos, dogmáticos, incapaces de ver los matices y sobre todo hipócritas, algo que antes era característico de la vejez.

El mejor ejemplo de estos jóvenes que son viejos lo vemos en la política. Los líderes de las protestas estudiantiles durante el gobierno de Piñera que fueron catapultados a la política son caballeros del Siglo Diecinueve. Añoran y hablan de cosas que ya no existen hace cientos de años, viven mentalmente en los comienzos de la Revolución Industrial y como son incapaces de elaborar ideas propias, recitan antiguos panfletos de los años sesenta.

Son hipócritas y ladrones, tienen ese "hambre de poder" que tanto admiran algunos imbéciles que creen entender lo que es la política y que tienen tribuna en los medios. Mentalmente son unos rancios del Siglo XXI, he escuchado divertido como estos mocosos ponen los ojos en blanco hablando de Balmaceda y de Bilbao, son calcados a los señoritos de Fiducia que salían vestidos de miriñaque con estandartes en los sesentas protestando contra la perversión de las costumbres modernas. Que curioso toda esta inversión de los papeles, se da en todo el espectro político: los viejos se comportan como niños y los niños como viejos. Que cosas ¿no?