Las manadas

Ayer estuvo de cumpleaños nuestro buen amigo Waldo y como hacía tiempo que no nos juntábamos aprovechaos de repetir los mismos chistes e historias de siempre, yo pensaba que cuando estemos más viejos y nos llegue el alzheimer nos vamos a reír con muchas más ganas porque escucharemos las mismas tonteras como si fuera la primera vez, ¡como nos vamos a reír de los chascarros de nuestros amigos muertos y enfermos! Si pese a lo repetidos igual nos da risa.

Todo muy bien asado, mucho vino y cosas para picar así es que pasamos un buen rato. Obviamente entre las copiosas libaciones surgieron esas típicas discusiones de borracho en que empezamos argumentando como lord ingleses (antes del Brexit) y terminamos discutiendo a gritos al más puro estilo de nuestro parlamento en los años sesenta.

La gente que se horroriza por la ignorancia y estupidez de nuestros parlamentarios tiene memoria de muy corto plazo, porque en los años sesenta eran iguales o peores. Me vienen a la memoria algunos honorables como los hermanos Palestro "Tito Palestro es de los nuestros, en San Miguel, vote por él", que eran unos verdaderos gañanes. El Galaxy 500 presidencial que solo se usa, a veces, en la Parada Militar, conservó durante muchos años la placa patente de San Miguel, porque Allende era muy amigo de los Palestro y mandaba a sacar patente a esa municipalidad.

 Había entonces cualquier cantidad de payasos y para que hablar de los matones, porque cuando los debates se calentaban empezaban -primero- a volar los tinteros que dejaban manchados a la mitad de los honorables. También habían matones famosos como los hermanos Julio y Domingo Durán Neumann "lo paquetones", que a la menor ofensa, real o imaginaria, salían enseguida a repartir bofetadas y tirar de la corbata a sus colegas.

El entrañable doctor Jaime Barros, llegaba a las sesiones vestido de huaso, con un poncho que casi tocaba el suelo y decía unos discursos en rima o con payas que terminaban muchas veces entre carcajadas, aplausos y burlas. También recuerdo a otro pajarraco que llegaba a legislar disfrazado de minero, son overol, casco y lámpara de carburo. Florcita Motuda ni siquiera fue original en disfrazarse, claro que les ganó a todos en lo patético.

Fíjense como desvarío, empiezo a escribir sobre peras y termino con naranjas. En fin, volvamos a lo que les quería comentar, discutiendo de cosas de actualidad salió el tema de los "evasores" del metro, que no dejaban de tener relación con los incendios del Instituto Nacional y las protestas indígenas en Ecuador. En todos esos casos es el fenómeno del rebaño: una multitud enfurecida -o por lo menos motivada- arremetiendo de manera brutal contra todo lo que se le pone por delante: quemando, botando rejas y todo eso.

La verdad es que ningún gobierno del mundo puede hacer nada (pacífico) contra eso. Y ni siquiera se necesitan demasiados, con tres a cinco mil simios bien motivados, no hay fuerza policial que pueda pararlos ni existe ley que se les pueda imponer. Como el primer deber de un gobierno decente es mantener la paz social, su primera y principal tarea es evitar que se formen esos grupos de tres  mil, cinco mil o cien mil simios arrasando todo, como me contaban que a veces pasa en el bosque profundo en la Amazonia.

El gobierno tiene que evitar a cualquier costo que empiece una situación de esas, porque cuando los monos prueban el gusto de poder hacerlo se ceban e irán escalando, cada vez peor. Un gobierno de cobardes y oportunistas, como es nuestro actual gobierno y todos los que hemos tenido desde Bachelet 1, son los verdaderos culpables de estas manadas de animales salvajes botando puertas, destruyendo y quemando, la cosa ya partió y solo puede ir escalando, hasta que se haga insoportable y se necesite una represión violenta de verdad.

Mientras las manadas son relativamente pequeñas -digamos cientos de monos- se pueden controlar reprimiendo a los cabecillas y apaleando duro a los que protestan. Francia tiene una larga experiencia en eso porque es un país que desde siempre se ha caracterizado por estos comportamientos animales. Pero se necesita decisión y dureza, desde antiguo se sabe que castigando muy duro a unos pocos el resto normalmente escarmiente "más vale ser temido que amado", eso funciona cuando los ataques en manada son pequeños, como ocurre hoy en Chile. Además eso hace muy peligrosa la actividad del líder y a muy pocos les hace maldita gracia el martiricidio.

 Y si este escarmiento a los cabecillas, duro, injusto y no muy discriminado, no se hace, entonces será inevitable que estos ataques escalen. Eso fue precisamente lo que pasó durante la Unidad Popular en Chile y la única solución fue salir a matar gente, no hay otra.

Cuando dicen por Twitter y otros lados "que salgan los militares a la calle" yo no estoy de acuerdo. Es decir, estaría de acuerdo si salieran con los fusiles cargados disparando contra cualquiera que se sospeche que puede ser revoltoso, como ocurrió en Chile los meses de septiembre a diciembre de 1973, en ese caso si estoy de acuerdo que salgan los militares, con orden de disparar y que maten a unos cientos de revoltosos, y todo se pacifica de inmediato.

Pero eso es para cuando la cosa escale y no quede otra, no todavía. Por mientras tendremos que aguantar con paciencia, no hay mal que dure cien años, ni huemul que lo aguante.