¿Buena suerte o mala suerte?

Ayer salí a cambiar aceite al auto y luego del trámite empecé a notar problemas con los frenos, cuando tuve la camioneta experimenté casi toda clase de problemas con eso, así es que tengo cierta experiencia con los síntomas, noté enseguida que las ruedas se estaban empezando a bloquear, me acordé de una estupidez que había cometido recién así es que despacito me fui a Serbal Frenos, donde tuve la suerte que me atendieron enseguida. Resultado, líquido de frenos contaminado, había que reparar la bomba de inmediato antes que el líquido contaminado llegara a los pistones arruinando las gomas y todo eso.

Dejé el auto en el taller y me devolví caminando a la casa, atravesando medio Arica mientras pensaba en mi mala suerte, el auto me había tenido libre de problemas más que cualquiera de los que he tenido antes, pensé que ahora vendría la seguidilla, que tantas veces he sufrido.  Hoy en la mañana me llamaron del taller diciéndome que estaba listo, pero las pastillas de freno ya estaban tocando fierro con fierro. Me acordé que tenía unas pastillas nuevas de repuesto, las llevé, cambiamos y ahora el auto anda perfecto.

Casualmente un par de días atrás le había limpiado las bujías y el cuerpo de admisión, lo que dejo al motor andando parejito ¡que buenos motores hacer Toyota! Pensándolo bien este motor 1999 de 1.000 cc ya tiene 21 años, debe ser el más antiguo que he tenido, nunca lo he destapado y conserva su fuerza como el día que lo compré, es un motor con mucha electrónica, una verdadera obra de arte.

No solo tengo suerte con eso, estaba pensando anoche que el problema me pilló justo cuando las arcas de la Benemérita Fundación Mi Billetera estaban rebosando dinero, me acordé de mis amigos filántropos y benefactores, pensando que me tendría que tomar un trago a su salud. Al otro día me llamaron temprano desde el taller avisando que el auto estaba listo, lo fui a buscar muy contento y con lo que me quedó de plata me compré dos cervezas y una empanada para hacer el correspondiente brindis de honor.

Yo rara vez tomo desayuno, pero esta vez me tomé un desayuno de campeones: una empanada y una cerveza Arequipeña, la otra me la estoy tomando ahora mismo en la noche,  mientras escribo esto desde mi mini-terraza, donde se ve todo Arica. En la perfecta tranquilidad de la cuarentena, no se escucha volar una mosca.

Pienso en la gente angustiada, desesperados por el confinamiento y asustados por el virus. Pobres copitos de nieve ¿Cómo no se dan cuenta de la realidad? ¿Cómo pueden ser tan gallinas? Lo que tenemos es una nueva cepa de influenza, pelmazos, todos nos vamos a morir. Me enfurece toda esta paranoia, es arriesgado ir contra una idea que se está colocando con tanta fuerza, no se con que motivos, pero me da la impresión que este miedo colectivo entre la gente ignorante y objetivamente estúpida, puede ser mucho más peligroso que cualquier virus.

Solo miren a Von Beppy, es mucho más inteligente y -desde su puesto de trabajo al lado de la puerta- se ríe de la "pandemia". Le saqué la foto esta tarde.