La apatía política

Durante muchos años la mayoría de los políticos -casi todos en verdad- han hecho todo lo que está a su alcance para que la gente común sienta que la política es complicada y sucia, que es algo en que no vale la pena meterse porque es cosa de los vivos y sinverguenzas. O bien ven la política como los hinchas ven un partido de fútbol, así como dicen "en mi familia todos somos del Colo-Colo" o del equipo que sea, basados en lo mismo dicen ser "de izquierda" o "de derecha", sin tener idea de lo que hablan, solo porque "en mi familia todos son de...".

Otros forman sus opiniones políoticas por oposición o rebeldía, por ejemplo cuando sus padres son de derecha y tienen complejos o problemas psicológicos con ellos, se convierten en izquierdistas furibundos. Y ciegos, igual que un hincha del fútbol, no les importan los hechos ni las razones, porque para ellos la política es "más que una pasión, un sentimiento". Esos pobres giles son los que Lenin -si no me equivoco- llamaba "los idiotas útiles".

Los del partido contrario tienen todo lo malo mientras que los suyos todo lo bueno, no hay matices y el amor y odio en esto son absolutos. Por eso discutir de política es lo más ridículo que existe, nadie está dispusto a reconocer nada al bando contrario, que son el mal absoluto. Es imposible ganar una discusión en política porque si llegas a torcerle el brazo -argumentalmente- a alguien, no cambiará de opinión, pero en cambio se convertirá en tu enemigo.

Por esola mayoría de la gente no quiere meterse en política, es una actividad que desprecian y muchos no quieren convertirse en tontos útiles, los políticos son normalmente las personas más despreciadas y desprestigiadas de la sociedad. 

¿Y ustedes creen que eso les preocupa? ¡Claro que no! Les encanta y les conviene porque, aunque de la boca para afuera se lamentan de la crisis de legitimidad y del desprestigio, en realidad estar desprestigiados es lo mejor para ellos.

Gracias a la apatía política generalizada, en Chile vota la mitad de los habilitados, eso hace las cosas mucho más fáciles para los señores políticos, porque pueden ser elegidos presidentes con un 25% o menos del universo electoral. Esta es una situación que ocurre desde la época de Ricardo Lagos hasta el día de hoy. 

Y esto es mucho peor en el parlamento, que es donde está el poder más grande. Allí gracias a la ingeniería electoral, las cifras repartidoras, la apatía de los votantes, las leyes de cuotas de género y mil cuchufletas, hacen posible que con muy pocos votos llegue la gente que se apoya en grupúsculos, los electores son arreados como ovejas o comprados por los tontos útiles. Y teniendo el control de las leyes, aprovechan para cambiarlas a su favor.

La ansiedad por crear urgente una nueva constitución se explica porque les da la oportunidad de variar las cuotas, los quorum y hacer toda clase de cuchufletas para hacerse reelegir indefinidamente, convirtiendo la idea de la democracia representativa en un pésimo chiste.

Y la gente se da cuenta que no pueden hacer absolutamente nada, están con las manos amarradas porque cuando llega el día de las elecciones, la lista de candidatos está más arreglada que una mesa de cumpleaños con ladrones, delincuentes, incapaces, serviles y sinverguenzas. Las alternativas son -como dijo Vargas Llosa hace años, elegir si tendremos Sida o si tendremos cáncer.

Por eso, años atrás yo escribí la entrada Tu voto no importa, no sirve para nada, y en mi Breve manual de educación cívica llamaba a anular el voto. Estuve muy contento cuando se eliminó el voto obligatorio y -pese a todo- sigo creyendo que nadie debería ser obligado a votar, especialmente cuando los políticos han corrompido el sistema a tal punto que las elecciones terminaron siendo una farsa y un vehículo al servicio de los ambiciosos de poder.

Disfruto mucho viendo el canal 1420 en Youtube, de un ruso que se dedica a hacer encuestas callejeras, es interesantísimo ver como la apatía política y los tontos útiles han sido aprovechados por Putin para convertirse en la nueva versión de Stalin. Las opiniones de la gente son abrumadoramente iguales:

 "Yo soy completamente apolítico", "la política es una porquería", "para qué voy a votar si mi voto no tiene importancia ni cambiará nada?" y otras cosas por el estilo son las respuestas estandar de la gente de la calle que se considera "neutral". Suelen decir "tengo otras preocupaciones más importantes, como ganarme el pan, estudiar, etc." o "tengo que levantarme a trabajar mañana, alimentar a mi familia, pagar las cuentas, son demasiados problemas para preocuparme de eso". No se dan cuenta que sus problemas son consecuencia directa que nadie se está preocupando de eso.

Pero entonces -como escribió Lenin- ¿qué hacer? Estamos atrapados en un dilema que al parecer no tiene solución aparte de una revuelta masiva al estilo haitiano, donde todos los funcionarios de gobierno, del parlamento y demás autoridades políticas sean limpiamente asesinados. Okey hacemos la revolución, pero ¿qué viene después? Lo más probable es que empiece todo de nuevo y los antiguos ladrones sean reemplazados por otros nuevos. La revolución no parece ser una salida viable.

De hecho la aparición del Frente Amplio pudo ser para muchos la respuesta a estos problemas de un sistema secuestrado por los políticos para su beneficio personal, todo eso que los idiotas llaman "estallido social" tuvo como antecedentes muchas protestas de gente hastiada contra los políticos. De hecho en octubre de 2019 hubo una marcha masiva, donde apostaría un brazo que la mayoría de los que "protestaban" lo que hacían era expresar este asco que les produce la política.

Y ya sabemos lo que pasó, la marcha fue tomada por los violentistas y los meses que vinieron el lumpen mercenario se dedicó a squear, destrozar e incendiar a lo largo de todo Chile. Y aparecieron los incorruptibles a hacerse cargo. Esa clase de violencia sucia, resentida e instrumentalizada por los peores canallas es exactamente lo mismo que pasó cuando la Revolución Francesa entró en su etapa del terror. Así terminan siempre estas cosas: primero las poesías y los cantos, detrasito empiezan a llegar las bestias de dos patas y los ladrones, disfrazados de "incorruptibles".

Si alguien me preguntara cual es la solución de este dilema, yo diría que ni idea. Tal vez no tiene solución. Quizá solo hay que dejar que los imbéciles se coman su propia medicina y empiecen a caer envenenados, como pasó con los incorruptibles de la infame Revolución Francesa, que al final se terminaron matando entre ellos mismos. Hasta que apareció Napoleón, claro.

La realidad es que votar no sirve de nada mientras no exista una masa crítica de votantes educados, la mayoría serán apáticos y se dedicarán a depotricar e insultar eunucamente a los políticos. Mientras tanto estos se soban las manos felices: a más insultos y desprestigio, menos participarán y menos tontos útiles necesitarán para seguir cagándonos.

Pero si bien el voto de cada uno no sirve para nada, se puede crear y apoyar movimientos políticos que traten de parar esta locura en que estamos metidos, esta farsa que llaman democracia deberá ser aplastada de alguna forma, tal como se aplasta una cucaracha y yo creo que la forma más elegante es levantando ¡un movimiento político! Y que sea poderoso, al punto que pueda llegar al poder y sacar a patadas a todos estos cucarachos.

Bueno, por eso es que yo me inscribí en el Partido Republicano. Creo que es lo único más o menos útil que se puede hacer.