Picadillo del miércoles 18 de enero 2023

Bendito verano
Que rápido pasan los días de enero, el mejor mes del año. Tal vez debería moverme a una velocidad cercana a la luz, para que el tiempo se contraiga y así pueda disfrutar más de estos maravillosos días de verano. Lo he pasado bien muchas veces en mi vida pero normalmente ni me daba cuenta hasta después, esta vez lo estoy disfrutando minuto a minuto.

Y ando felíz como perdíz porque todo me está saliendo bien y muchas cosas que sembré hace años están empezando, de a poco, a dar frutos. Solo espero conservar la buena salud, al menos por un tiempo, aunque con eso nunca se sabe. En fin, no hay que preocuparse, solo disfrutar mientras se pueda.

Arreglos de la casa
Y la historia de mi casa sigue avanzando, lo que es una de las razones por las que ando tan contento. Creo que les conté que ubiqué a Fidel, un viejo amigo de hace como 20 años atrás, que es un mueblista y carpintero de primera, un día se me prendió la ampolleta y me puse a buscarlo por el barrio donde vivía, finalmente lo encontré.

Entonces no dudé un minuto en tirar a la balanza los 2.500 dólares que me quedaban de mis ahorros. Esto me alcanzó para hacer de nuevo el ventanal con pino oregón y vidrios mucho más grandes y de cerrar toda el área que estaba abierta con un marco de madera y vidrio, algo que venía soñando desde hace años. Ya está casi terminado y cuando quede listo subiré las fotos.

Ahora soy pobre como rata nuevamente, pero cumplí con un deseo largamente acariciado. Ahora me siento en la noche con una cerveza a ver la ciudad en medio del más completo silencio. Cuando esa área era una especie de patio abierto, mi suegro don Pepe acostumbraba tumbarse en un sillón con el perro a los pies a dormir siesta a pata suelta. Si estuviera vivo lo habría disfrutado mucho.

Tengo muchos planes para la casa. Si todo resulta como espero, por fin voy a construir una nueva escala, así reemplazaré la escalera de la muerte en la que todos nos hemos caído alguna vez y yo mismo he estado a punto de desnucarme. Después de eso haré una terraza encima de la bodega, ampliaré la cocina, instalaré un quincho, en fin, la lista es larga. 

Y si me va mejor de lo que espero, por fin empezaré a construir mi estudio en el cuarto nivel, después de eso ya me puedo morir tranquilo.

El centro de Arica antes y después
Recordaba la peor época de la "pandemia", entre el año 2020 y 2021 que debe haber sido el período más oscuro en la historia de la ciudad. Al menos yo no recuerdo haber visto a la ciudad tan mal como entonces. La primera vez que bajé al centro quedé tan impresionado que no volví en mucho tiempo.

Era orwelliano ver el paseo peatonal con rejas y custodiado por soldados, enormes filas en los bancos y farmacias, en cada cuadra unos tipos con credenciales del gobierno chequeaban que tuvieras permiso para andar por la calle, la gente como zombies con máscaras quirurgicas y en cada esquina un sistema de parlantes, advirtiendo que había que obedecer a la autoridad.

Esa cuarentena total duró como un año completo, a mi casi no me afectó porque yo estaba muy contento sin salir de la casa, con eso me evitaba el panorama deprimente y que apareciera algún pelmazo exigiendome mis certificados de vacuna, que no tenía.

Ese año me tocó también la peregrinación con Tom McDonnell por clínicas y el hospital por el tratamiento de su cáncer, como si no fuese bastante deprimente ver a mi querida ciudad dominada por el Gran Hermano,  en el hospital me cruzaba con niños moribundos, amputados y lo que más recuerdo fue un tipo horriblemente quemado, que le cayó un techo ardiendo en la espalda. Por suerte, el personal del hospital se las arreglaban para permanecer simpáticos y relajados. Mi admiración para ellos.

El año 2022 el centro -y casi toda la ciudad- fueron tomados por los vendedores ambulantes, muchos insolentes y agresivos, que se instalaron como cucarachas ocupando cada metro cuadrado del paseo. El colmo fue cuando pusieron sus mugrosas carpas frente a la Playa El Laucho y en los parques. 

En principio yo miraba con simpatía a los inmigrantes, pero cuando nos empezamos a llenar de lo peor del lumpen de Venezuela y Colombia me empecé a poner medio xenofobo. A los flaites y chorros, sean del país que sea, los detesto y me alegro mucho cuando algo malo les pasa. 

Con la gente decente y educada no tengo ningún problema, vengan de donde vengan, al contrario.

Y ahora sin vendedores ambulantes
"April showers bring may flowers" dicen los gringos, nosotros un poco más fatalistas decimos que "no hay mal que dure cien años". Parece que es verdad. 

Hoy bajé al centro a cambiar mis últimos dólares y quedé sorprendido al no encontrar ningún vendedor ambulante ¡Aleluya! El centro estaba como en los buenos viejos tiempos, con la acostumbrada multitud de gente paseando como antes, los cafés que sobrevivieron con gente y ni un maldito ambulante ocupando la calle. Vamos a ver cuanto dura la cosa.

Creo que lo importante es disputarles los espacios, organizarnos para rechazarlos y no dejarles pasar ni la puntita, que los políticos que defienden a esos  cucarachos sepan que están muertos en las elecciones si persisten en el camino de defenderlos. Ni la puntita.