Cabezas de pescado

Estaba pensando en qué me podría ganar la vida si me quedo -otra vez- cesante. No es que me esté temblando el piso y por el contrario, tienen interés en contratarme y todo eso, pero siempre que veo la cosa más o menos estable hago el ejercicio de imaginarme cesante, para no perder la costumbre y no agarrarme de lo primero que me ofrecen como si fuera una tabla de salvación. A ver ¿que haría si mañana me quedo cesante?, lo más probable es que trataría de vivir parasitando en la casa mientras me aguanten, pero con el Tomás Jr. en la universidad, el cupo de parásito está ocupado y mi período de gracia se podría acortar bastante. En fin, supongamos que me viera ante la deshonrosa necesidad de trabajar.

Entre mis afinidades naturales está el hecho que nunca me ha mordido un perro, se pueden acercar ladrando furiosos pero jamás llegan a morderme. Una vez en Iquique una perra pastor alemán que estaba criando apretó mi muñeca con su boca enorme, pero no llegó a morder, y ni siquiera dejó una marca, fácilmente me podría haber cortado la mano. En caso de apuro tal vez podría trabajar amaestrando perros. Los caballos en cambio me odian, me acerco a un caballo y se pone nervioso (para que les cuento como me pongo yo) pese a haber vivido en el campo jamás me he subido a un caballo.

También podría ser un buen parvulario porque los niños se me dan muy bien, no soy cariñoso ni me pongo a saltar como mono haciéndoles gracias, pero normalmente nos caemos bien en primera, debe ser que mi edad mental se quedó atascada en los siete años más o menos, la cosa es que resulta raro que algún niño chico me caiga mal. En verdad es poca la gente que me cae mal, hasta los tipos despreciables me producen más curiosidad que rabia. En fin, ahí tengo por lo menos dos alternativas por si me quedo cesante: adiestrador de perros y parvulario. No son tan distintas si uno lo piensa bien.

Menos mal que no fui al diplomado de docencia universitaria basada en competencias. Estoy leyendo los apuntes que me pasó Daniel y me pareció espantoso el grado de ideología igualitaria que entregan los "expertos", especialmente la gente vinculada a los organismos internacionales. Estoy seguro que no habría soportado escuchar callado ese montón de tonteras.

A propósito de la igualdad de oportunidades, tema que hace poner los ojos en blanco a los expertos de todas partes, yo tengo mi idea bien clara: me parece perfecto desear que todos tuvieran las mismas oportunidades, pero me parece muy estúpido pedir que el estado gaste un peso en que todos tengan iguales oportunidades. Y no hay ninguna contradicción en eso, porque una cosa son los buenos deseos y otra no darse cuenta que esos buenos deseos son frecuentemente irrealizables.

Yo desearía que ningún niño nazca con una enfermedad congénita, y que todos fuesen igualmente capaces de resolver problemas complicados, que niños y niñas cumplieran con los estándares de belleza comúnmente aceptados porque hay pruebas que la gente de buena apariencia consigue las cosas con más facilidad que los feos. Desearía que no existieran terremotos ni incendios para que a nadie se le derrumbe la casa perdiendo todo lo que tiene, me encantaría que no existiesen las enfermedades que dejan en la ruina a familias completas, ni los vicios caros que llevan a la pitilla a drogadictos, borrachos y jugadores, desearía por cierto que todos obtengan educación universitaria a nivel de doctorado, y ciertamente que todos esos PhD ganen sueldos espléndidos.

¿Estoy hablando estupideces? claro que no, porque puedo desear cualquier cosa, la estupidez sería poner como objetivo político del estado que todos tengan las mismas oportunidades. Las oportunidades ni siquiera son iguales para dos gemelos idénticos criados en la misma familia, porque el mundo no es la maquina bien aceitada conducida hábilmente por el señor estado como creen esos tontos, el mundo real es más bien un tren descarrillado donde cualquier cosa puede pasar, desde caer al fondo de un lago o quedar tranquilamente estacionado en una pradera, nadie lo sabe, nadie puede controlar el azar.

A otra cosa ¿será Arica un lugar tan especial como yo lo veo? ¿o tal vez es todo una especie de alucinación mía y se trata de un pueblucho ordinario como cualquier otro?. La cosa es que desde hace muchos años me he ido convenciendo que por una serie de casualidades geográficas, climáticas, históricas y económicas, entre otras, este es un lugar raro, bien distinto a cualquier otra parte del mundo que yo haya conocido. He escrito mucho sobre ese asunto, en el diccionario de curiosidades de Arica, la autopsia del ariqueño neto y tantas otras tonteras con mi idea que se trata de un lugar único.

Creo que llegó el momento de comprobar la hipótesis, viene una amiga con un proyecto artístico basado un poco en esa idea de que somos raros. Si resulta bien querrá decir que efectivamente la ciudad es tan especial como yo pienso, en caso contrario tendré que aceptar que somos un pueblucho sin brillo igual que cualquier otro nomás, snif.

En fin, puras cabezas de pescado dispersas que pasaron por mi cabeza en este aburridísimo día, a ver si mañana se me ocurre algo más interesante que colocar.