El profe de pregrado está de vuelta

Como vuelvo a hacer clases -al menos por un tiempo- se me ocurrió motivarme un poco viendo este buen video. No me gusta Isaac Asimov como escritor y creo que jamás he podido terminar alguna de sus novelas, pero esta entrevista me parece muy buena y es tan vigente hoy como en los años 90, cuando supongo que fue grabada.

¿Que me dio por hacer clases? no es algo que me guste mucho, carezco de las habilidades básicas para ser un buen profesor, al menos en el sistema tradicional, pero era justo lo que necesitaba en este momento: los astros se alinearon. Resulta que para otro asunto que si me interesa, necesitaba tener vigente el estatus de profesor universitario, es un paraguas muy conveniente cuando me hacen esa impertinente pregunta "y tu Tomás ¿donde me dijiste que trabajabas?".

Justo me lo ofrecieron, porque la verdad es que a ningún decano le debe hacer maldita gracia la idea de tenerme haciendo clases. Tal vez gracias a que nombraron intendente al rector y este se llevó a gente de la universidad a la política, se deben haber quedado faltos de profesores. Cuando fallan los caballitos recurren al burrito. Todavía me acuerdo que dije esa frase célebre durante el Gobierno Militar, cuando yo todavía era comunacho y me negué a ir a una actividad estudiantil con politicuchos.

Esta vez dije que bueno enseguida, siempre y cuando fuera solo 3 horas por semana, es decir un solo día en la semana, si al final solo lo necesito para los antecedentes. Pero una amiga que es jefa de carrera me pidió que hiciera 4 horas más en otro programa y sin pensarlo mucho también dije que bueno. La ventaja es que son cursos que puedo hacer durmiendo -sistemas de información gerencial y cosas así- bueno, la cosa es que son un curso de mechones y otro de último año, me tendrán que soportar de nuevo durante algunos meses. Afírmense flojonazos, que aquí viene de nuevo el bufón y abusivo profe de pregrado, ahora van a ver lo que es bueno.

El animalismo es una de las muchas modas que importamos a medida que nos fe creciendo el pelo y nos vino esa obsesión de creernos gente de mundo imitando a los países desarrollados, especialmente en sus estupideces. Siempre la gente ha tenido afición y cariño por las mascotas, como por muchas otras cosas, pero en cierto momento empezó esta curiosa desviación psicológica de atribuirles pensamientos y sentimientos similares a los humanos basados en cosas tan absurdas como las expresiones faciales y el apego instintivo que muestran los animales domesticados hacia las personas.

Así muchos creen que los perros son fieles por ejemplo por el hecho que siguen, se restriegan y le lamen las manos a su dueño, en una confusión similar a los que creen que un gorila con cara de concentración está sumido en profundas reflexiones.

Primero que nada nosotros mismos somos animales, dudo que alguien se atreva a poner en duda algo tan evidente. Segundo los animales competimos y nos alimentamos de otros animales, competir incluye matar a los que nos amenazan, perjudican o molestan y eso es un hecho que se observa fácilmente en toda la cadena natural. Tercero, el sufrimiento animal es muy distinto del de los seres humanos que tenemos un lenguaje elaborado de manera tal que somos capaces de una imaginación y memoria muchísimo más potente.

Un animal puede tener el instinto de conservación, pero nunca llega a saber lo que es el miedo a muerte ni a ninguna otra cosa, para sentir miedo se necesita un lenguaje elaborado, razonamiento e imaginación  El comportamiento reflejo de los animales -como el gorila pensante- puede emular comportamientos conscientes humanos, pero no tiene nada en común con ellos.

En fin, se puede entrar a discusiones interminables sobre el asunto pero al final siempre se llegan a inconsecuencias, porque resulta que hay animales "simpáticos" y "antipáticos" y en un perfecto juego de doble estándar o racionalizaciones explican que lo que es horrible hacerle a un perro o un gato es normal para un pez, un ratón o una araña. El animalismo es una ideología bastante débil y los que la quieren practicar a conciencia se convierten en jainistas, andan con mascarillas para no tragarse a los pobres microbios y otras chifladuras por el estilo.

Yo no tengo ningún problema con que alguien sienta amor por sus mascotas, yo mismo recuerdo con cariño al menos a dos Beppys y a mi gato Marat-Sade, que lo quisimos tanto que fue enterrado con todo el ritual de un funeral de estado, canción nacional incluida. Es normal encariñarse con las mascotas y hasta cometer muchas tonteras por ese cariño, asunto de cada cual. Pero hay cosas que no son nada normales como la animadversión y agresividad con otras personas a causa de esa chifladura.

Ocurre un fenómeno en algunas personas con baja autoestima pero muy ególatras, que este cariño lo llevan al extremo de ponerse agresivos contra las demás personas, exigiéndoles que muestren el mismo fervor y las mismas tontas ideas que ellos tienen hacia los animales. Son los que insultan, hacen escarches, funas y exigen castigos a los que hacen cosas que ellos consideran "crueldad". Llegan al ridículo extremo de exigir derechos que normalmente les niegan a las demás personas.

¿Por que actúan así? El animalismo militante es bien parecido al homosexualismo o el ecologismo militante, de hecho muchas personas tienen esas tres causas entre su portafolio y nace de la necesidad de creerse moralmente mejor que los demás. Los políticos, que conocen bien este resorte de las personas ególatras, lo aprovechan para sus causas, del color que sea. Son gente que necesita disfrazar su frustración, que se sienten unos pobres diablos pero necesitan sentirse santos y nobles en algo, por eso miltan, creo que la militancia en lo que sea siempre viene de una insatisfacción, una necesidad psicológica insatisfecha.

Lo bueno es que para la mayoría de la gente esto es temporal, con el paso de los años se dan cuenta del problema y lo manejan de modo más decente, se les pasa cuando crecen. Lo malo es que hay gente que jamás madura, un viejo ególatra y agresivo es la peor peste que existe, igual como un borracho odioso, así de desagradable. Yo soy ególatra tranquilito por si acaso, nada me lo tomo muy en serio, especialmente en lo que se refiere a mi mismo, tal vez por eso cuando me emborracho me pongo chistoso, el alcohol me hace muy bien.