Se derrumba el relato

Película
Resulta que por casualidad me encontré con la página de Ingrid Willdi Arquitectura de Transferencias, que corresponde a uno de sus proyectos artísticos, donde aparece la película "Arica, Norte de Chile - No Lugar y Lugar de Todos", allí aparezco yo, metiendo la cuchara entre las entrevistas. Esto se hizo en 2011 y yo nunca la quise ver, por verguenza, hasta que ayer la encontré curioseando los trabajos de Ingrid, siete años después.

Ahora que estoy más viejo me da lo mismo que me vean, aparecen muchos amigos entrevistados: Fernando Cabrales, Marisol Maibe, Carola Herrera, Bernardo Guerrero, entre otros. podría llamarse "la película de mis amigos". Tiene otra parte exclusivamente visual muy impresionante que aparece más abajo en esa misma página. Lo que encontré interesante es que se cumple lo que hablaba antes: cuando estoy nervioso, me pongo en una postura despaturrada, con las piernas abiertas, etc. En la película se puede ver claramente. Bueno, ahora vamos a lo nuestro.

Se derrumbó el relato
La muerte del relato es un proceso que se está dando de manera simultánea en muchos países occidentales y que ha traído -como cola- un auge para los políticos de derecha. Pero me voy a concentrar solo en Chile porque el relato acá tiene fecha de nacimiento clara y relativamente reciente: 1987, dos años antes del plebiscito que llevó a a Concertación de Partidos por la Democracia al poder durante casi 20 años. Tal como se vende un jabón o una nueva bebida cola, todo empezó con una serie de focus group y estudios de opinión pública hechos por The Sawyer Miller Group y financiados directamente por el generoso bolsillo de don Gorge Soros, quien personalmente extendió el cheque. Así se armó el relato que era más o menos así:

"Chile está dominado por el miedo a la dictadura, pero también por el miedo a perder la estabilidad y prosperidad en que se encuentra. Olvídense del discurso militante o ideologizado, la campaña debe tener mucho humor y asegurar de manera implicita el continuismo económico y social, así se desarmará la campaña del terror del gobierno, ofreciendo tiempos nuevos y felices. Chile, la alegría ya viene"

El relato no transmitía nada de justicia social, casi no mencionaba los derechos humanos, evitaba todo lo que sonara mínimamente negativo. No anunciaba oportunidades ni venganza, ni revolución, al contrario, ofrecía algo lindo y que no significaba nada: la alegría. Puede que el diagnóstico no fuese muy certero pero la receta resulto increíblemente eficaz.

El relato se construyó completamente fuera de Chile, a los politicos chilenos les parecía chocante aunque lo aceptaron de mala gana porque las fundaciones internacionales, que estaban poniendo la plata -Konrad Adenauer y demás- les habían dado que comer durante 17 años. No iban a llevarles la contra.

Las palabras crean realidad
El relato tuvo un éxito extraordinario, no solo permitió ganar el plebiscito en las condiciones más difíciles sino que sostuvo a los dos primeros gobiernos de la concertación en una posición muy fuerte, no hay que olvidar que Eduardo Frei Ruiz Tagle fue electo con un 58% de los votos. Mantener a flote el relato fue tarea de dos expertos en marketing político: Eugenio Tironi y Enrique Correa, de este último Pinochet dijo "a él me habría gustado tenerlo de ministro", ambos ex militantes del MAPU, a la izquierda de la Democracia Cristiana, fueron de los contados políticos que entendieron por qué la Concertación había ganado el plebisito.

La base del relato era que había que construir una épica, que despertara los resortes emocionales, subconscientes, de las personas, más que apelar a su racionalidad. Las ideas-fuerza no debían ser racionales sino similares a las que se usaba en la publicidad comercial exitosa de esos años "la chispa de la vida" y campañas de ese estilo, basadas en neuro marketing que dieron resultados muy exitosos. La última de ellas fue la que llevó a Barak Obama a la presidencia de los Estados Unidos, en el fondo se trataba de vender  un candidato tal como un jabón, rodeando ideas-fuerza muy generales con relatos poéticos que pocos podían discutir.

Las palabras no crean realidad
Sin embargo eso que todos pensaban como receta segura -tanto así que la mayor parte de la derecha la abrazó a ojos cerrados tratando de crear su propio relato- tenía marcada su fecha de vencimiento. El relato se derrumba cuando, después de un tiempo, las expectativas no son satisfechas, y no pueden ser satisfechas porque toda oferta basada en un relato es por definición imposible de implementar. Por eso el slogan "Chile, la alegría ya viene", que electrizó a millones en su época, hoy es una amarga ironía, porque era lógico que gobernando los políticos no iba a hacer que la gente se sintiera más feliz o más alegre. Todo lo contrario.

Como el neuromarketing y las técnicas afines son emocionales, solo funcionan en corto plazo. Recuerdo como yo me empecé a desilusionar de la democracia en los primeros meses de Aylwin, cuando Krauss y otros ministros jugaban como niños con los Mercedes Benz blindados del gobierno anterior. Esa acción inadvertida -como muchas otras- produjo un golpe de emoción inverso a los spot que costaron tantos millones y la movilización de tanta gente. Desde los primeros días el relato se empezó a erosionar aunque Tironi, Correa y muy pocos más se esforzaron por parcharlo. No hubo caso.

Porque el relato nunca dejó de ser un cuento, un hábil engaño que se aplicó con calco en todas partes: en las socialdemocracias europeas, en Estados Unidos, Brasil, Agentina, Venezuela. La Revolución Cubana fue pionera del relato y ha mostrado bien como evolucionan siempre estas cosas, que se derruban y en algún momento se tienen que convertir en tiranías para sostenerse. Pero las tiranías igual se descomponen, todas. Lo único permanente es el cambio y ahora estamos cambiando para mejor, se derrumbó el relato y la épica no es otra cosa que un mal recuerdo.

El neo cartuchismo
Esta idea que las palabras crean realidad, nos trajo una consecuencia muy curiosa que es el puritanismo de las palabras, una especie de policía del lenguaje que ya Orwell había intuído en su libro 1984. La idea era más o menos la siguiente: como las palabras crean realidad, usar ciertas palabras o expresiones llevará a trivializar el mal (un habil concepto introducido por Anah Arendth años atrás), por eso el uso de ciertas expresiones deberia ser prohibido o incluso perseguido por la ley.

De allí vienen las leyes anti-piropo de Lavin, el "lenguaje inclusivo" obligatorio, las múltiples denuncias y demandas por "trato disciminatorio" y los escarches contra quienes se atrevan a ocupar palabras del lenguaje prohibido. Estas ideas absurdas, fascistas también se están derrumbando, afortunadamente, solo espero que el cartuchismo de izquierda no sea reemplazado por otro de derecha y ojala llegue el día -lo antes posible- en que podamos decir absolutamente cualquier cosa que se nos antoje sin temor a las consecuencias sociales, ni menos legales. La policía del lenguaje es otra porquería de esos tiepos que -afortunadamente- también ha terminado hastiando a las personas.