Golpes de suerte

Me acuerdo de mi querido amigo Ivan Seisdedos con quien, hace años, estuve conversando un café unas semanas antes que se muriera. Estaba feliz y muy asustado porque todo le estaba saliendo demasiado bien "hace más de diez años que no me iba bien y se me están dando todas las cosas, después de tanto tiempo de golpes de mala suerte, me está yendo tan bien que me da miedo". Bueno, tenía razón en cierto modo, porque pocos días después se murió de una enfermedad fulminante, un ataque o algo así.

O tal vez se equivocaba y ese fue el último eslabón de una cadena de cosas afortunadas ¿Qué puede ser mejor que morirse de manera rápida y fulminante? Eso es lo que todo el mundo debería desear si pensara racionalmente. Se terminan todos los problemas de un viaje, sin sustos, gastos ni sufrimiento.

Bueno, el caso es que estoy ahora igual que mi amigo Ivan. Una cadena de golpes de suerte después de muchas desgracias me tienen un poco asombrado. Aunque no estoy asustado por morirme si me asusta un poco la idea de enfermarme por primera vez en mi vida. Lo único valioso es estar sano y muy poca gente se da cuenta de cuan bueno y cuan improbable es gozar de buena salud. Así es que si en estos días este Templo del Ocio desaparece o si salgo con la noticia que me encontraron un cáncer o alguna otra enfermedad sucia y dolorosa, es porque me pasó lo mismo que a mi amigo.

En menos de un mes solucioné mi problema financiero de largo plazo y como guinda de la torta hoy apareció un mecánico apasionado por la restauración de los autos y me insistió e insistió hasta convencerme que le vendiera el CRX tal como está. Lo quiere restaurar y le va a meter toda la plata que sea necesaria -que no será poca- ¡adiós querido CRX, compañero de tantas aventuras! Te dejo con pena pero los seiscientos mil me ayudan un poco a pasar el trago amargo. 

Siendo francos había llegado a un punto en que ya no lo podría restaurar como se merece. Lo vendí muy bien, porque lo compré en mil dólares en 1996 y lo vendí en 800 dólares 25 años después, debe ser uno de los pocos casos en el mundo de un auto que casi no se depreció a pesar de su estado ruinoso. Permítanme escribir este pequeño

Tributo al Honda CRX-HF
Es el auto más lindo que he tenido en mi vida, en su época de gloria era lejos el auto más lindo de Arica, no por ser el más caro, el más lujoso o el más rápido, simplemente era el más hermoso, no tenía competencia. Innumerables veces mientras estaba cargando combustible me preguntaron si lo vendía y jamás se me pasó esa idea por la cabeza. Otras veces me dejaban papeles en el parabrisas con número de teléfono y una vez una oferta concreta, donde me ofreían el doble de lo que me había costado. Hace años hice una semblanza en mi página de Automanía.

El año 2018 escribí la entrada No vendo el CRX y eso fue hace pocos años, le tenía botado por mucho tiempo pero mantenía la esperanza de restaurarlo. Viajé por muchos años a Iquique con el radiador roto, la culata rota, subiendo las cuestas empinadísimas sin una gota de refrigerante, nunca me dejó botado. Junto con mi vecino Arturo, gran mecánico, desarmó y armó ese motor cuatro veces, conozco hasta el último tornillo de ese noble motor, y con suficiente plata lo pondría a anda de nuevo sin problema.

Recuerdo cuando lo compré en 1996, iba por Villa Hamburgo y lo vi con un "se vende" pintado en la ventana trasera, fue amor a primera vista. El dueño era el cabo Osses, infante de marina y buzo táctico que vivió muchos años en Arica y cuidaba al auto como a su hijo. Cuando lo vi fue amor a primera vista y lo compré a ojos cerrados, me dió por lo menos 20 años de satisfacciones. Lo pinté innumerables veces. Gasté plata en ese auto como si fuese un Rolls Royce, pero que diablos, el que quiera celeste, que le cueste.

Para desamar el motor compré el costoso manual Chilton, sin saber que el manual de fábrica estaba disponible en línea. Para los años nuevos lo llenaba de globos. Para un final de curso de Chile Joven entraron 10 en el auto cuando nos fuimos a la Isla a celebrar. Años y años estuvimos yendo todos los sábados con la Pilar a tomar cerveza a la Isla de madrugada, mirando pasar la gente y a veces, arreglando las cuentas pendientes que nos teníamos guardadas. En fin, fue un compañero fiel y leal, me encantaba viajar por el desierto por las tardes o la noche, camino a Iquique o de vuelta a Arica con el acelerador a fondo gastaba un cuarto de estanque.

¡Cómo quiero a ese maldito auto! Seguramente me lo encontraré en la calle en un año o dos, totalmente restaurado y pensaré con rabia que otro hizo lo que quería hacer yo pero que diablos, así es la vida. El que dijo que todo lo que se quiere se puede si que era un idota..So long Pocket Rocket, ni te imaginas cuanto te voy a extrañar.