Partamos por los años sesenta. Aunque no me acuerdo mucho, el cliché de moda en esos años era "liberarse". Fueron los años en que apareció la píldora anticonceptiva y las mujeres ya podían hacer el delicioso sin miedo a quedar embarazadas. Entonces empezó la liberación femenina con las mujeres quemando los sostenes y mostrando las tetas como si fuesen condecoraciones, entre otras cosas. También exigían salir a trabajar y en general hacer todo lo que hacían los hombres. Fue un cliché muy agradable mientras duró, especialmente por lo de las tetas ya que a diferencia de hoy, eran normalmente las más ricardas las que exigían liberarse..
De eso empezaron a salir otras liberaciones, la sexual desde luego y la liberación de las drogas, cuando no tenía nada de malo fumar marihuana o consumir LSD, también la liberación de los hippies que vivían en comunidades promiscuas. Todo eso fue muy bueno mientras duró, pero como dice el dicho "demasiado de una cosa buena y deja de ser buena", así es que hubo demasiado de todo y la famosa liberación empezó a decaer en popularidad hasta pasar de moda.
En los años setenta el cliché era ser comprometido, los neutrales o indiferentes a los asuntos políticos eran vilipendiados, eran años donde se exigía a todos -del color político que fueran- compromiso y consecuencia. Esto queda reflejado muy bien en la canción de Victor Jara "nii chicha ni limoná" que fue muy popular en esos años
Arrímese mas pa' ca
Aquí donde el sol calienta
Si uste' ya está acostumbrado
A andar dando volteretas
Y ningún daño le hará
Estar donde las papas queman
Y ningún daño le hará
Estar donde las papas queman
Usté no es na
No es chicha ni limoná
Se lo pasa manoseando
Caramba zamba su dignidad...
Recuerdo como en los años ochenta el cliché en Chile era progresar económicamente y no meterse en política. Casi todos estábamos podridos de la politización de la década pasada. El país había crecido mucho y muy rápido así es que la consigna era prosperar y vivir tranquilo. En esos años empezaron a aparecer.los cuescos Cabrera, como los caracterízó el humorista Coco Legrand, es decir jóvenes de familia humilde (por eso no eran cuesco Larraín ni nada de eso), ingenieros comerciales o contadores que las empresas se los peleaban para que fueran gerentes.
Tuve muchos amigos de esos en los ochenta, incluso los que no éramos gerentes de nada pensábamos muy parecido: que la política es lo más sucio y dañino, que teníamos que trabajar como burros para prosperar, que lo más importante era vivir tranquilo y cosas así. Muchas de esas ideas yo todavía las tengo, excepto las ganas de trabajar que se me pasaron hace rato, afortunadamente. Se podría decir que soy un ochentero.
En los años noventa se puso de moda el cliché de la solidaridad. Habían vuelto los políticos a reconquistar al país y muchos -ingenuos- creímos que finalmente vendría la alegría sin los malditos milicos en el poder: todo sería más justo y solidario gracias a la política.
Que ingenuos fuimos, es increíble como les compramos el cuento que "la alegría ya viene", al final la alegría les llegó solo a ellos a costa de jodernos a todos los de a pié, es decir todo volvió a ser tal cual como fue en Chile entre 1920 y 1973: 53 años de sometimiento a una pandilla de barones ladrones que nos siguen exprimiendo como un limón con el pretexto de ser solidarios.
En los años dos mil tuvimos a Ricardo Lagos, el primer presidente socialista desde Salvador Allende que nos vendió el cuento de "crecer con igualdad". Es increíble como estos miserables han conseguido convertir sus intereses en clichés, vistiéndolos de ideales nobles y buenos. Lo que decía Lagos y sus secuaces era algo así como "el crecimiento y todo eso está bien, pero hay demasiada desigualdad, tenemos que seguir creciendo pero de manera mucho más igualitaria".
Lo que no decía este miserable era algo que todo el mundo sabe: no se puede crecer y repartir al mismo tiempo: o crecemos y creamos riqueza o repartimos pobreza, crecimiento e igualdad son objetivos opuestos. Pero, igual que con el cuento de la solidaridad muchos tontos picaron y eso que la desigualdad era mala se convirtió en cliché: todos tenían que ser iguales. En el mismo sentido que en la granja de Orwell, claro, donde los cerdos eran más iguales que el resto de los animales.
En los dos mil diez con la llegada de la dupla maldita Bachelet.Piñera -esa serpiente de dos cabezas- impusieron el cliché de la sociedad de derechos.Atria y otros ignorantes que leyeron a John Rawls sin entender una palabra, elaboraron el mito que la sociedad ideal a la que debíamos aspirar es a que las personas, por el solo hecho de nacer en el país eran acreedores de una lista de derechos sociales, que con el paso del tiempo se fue alargando al infinito. Y esa lista absurda se plasmó en el mamarracho de constitución que nos pretendieron imponer.
Todas estas ideas, ignorantes y superficiales, nutrieron a la generación de indignados, empoderados, moralistas furiosos contra un "sistema" que no les otorgaba los derechos naturales de los que se creían legítimos propietarios. Como ha pasado poco tiempo muchos todavía no se despabilan y no se dan cuenta de cómo los engañaron. Ya abrirán los ojos y se darán cuenta que los mugrosos "derechos" que los políticos les aseguraron eran un simple y viejísimo timo.
Llegamos a los años dos mil veinte y yo pensaba cual será el cliché de esta década. Me acabo de dar cuenta al recordar que el Tomás Jr, criticándome porque -en su modo de ver- no me preocupo lo suficiente por cuidar al perro, me dijo que me "hazte cargo". ¡Ahi lo tenía! hacerse cargo es el cliché de nuestra época. Todos critican a los demás para que se "hagan cargo", claro que ninguno quiere hacerse cargo él mismo.
Es algo muy característico eso de ver la paja en el ojo ajeno, Asignamos responsabilidades a los demás al mismo tiempo que rechazamos a asumir ninguna responsabilidad nosotros mismos. Me acordé cuando hace años iba con un amigo por la calle en Iquique y un tipo tiró una cáscara de platano por la ventanilla del auto. Mi amigo se enfureció alegando que vivimos en un país de indios asquerosos, que eso no pasa en países desarrollados como Japón o Alemania.
Se equivocaba y yo -que he estado en Japón y Alemania- le dije que eso también pasa allá pero cuando alguien bota basura al suelo, el que va atrás la recoge y la tira donde corresponde. En Chile en cambio, el reclamón alega indignado y hasta manda una carta al diario, pero la basura queda donde mismo. Esa es, más o menos, la idea detrás del cliché de "hacerse cargo" que en realidad significa que otros se hagan cargo y criticar a los demás sin mover un dedo para solucionar los problemas por si mismos.
Todos estos clichés o ideas que se ponen de moda según la época tienen algo en común: decir una cosa pero hacer otra, que es algo que parece estar en el ADN nacional.
Las mujeres liberadas siguen esperando que el hombre les pague la cuenta- Los comprometidos hablaban mucho pero en la práctica no se comprometían con nada, es cosa de ver como actuó la izquierda el año 1973. Los cuescos Cabrera, apóstoles de la meritocracia, cayeron redonditos cuando llegaron los políticos a ofrecerles el oro y el moro. Los que querían crecimiento con igualdad, igual que los solidarios de los noventas estaban muy de acuerdo con eso, siempre que fuera con plata de otros, jamás con la suya. Los indignados con los derechos se olvidaron -o se hicieron los lesos- que cada derecho tare obligaciones, ninguno se sentía obligado con nadie, obviamente.Y como ya dije, los que dícen ¡hazte cargo! se refieren a los demás, nunca a ellos mismos.
Así es la cosa pues, hasta mañana.
Todos somos hijos de nuestro tiempo. Es inevitable ser influenciado por las ideas populares del momento. El asunto es que al pasar el tiempo muchas de las ideas evolucionan, involucionan o mueren. Aunque era prácticamente un niño, si recuerdo muy bien esa época de Chávez y la "ola rosa" latinoamericana. En ese tiempo la política de estos lados se volvió muy conectada. Ahí teníamos al mismo Chávez insultar a Alan García para que no fuera elegido presidente. De todos modos todos los presidentes post Fujimori se creyeron el cuento del "crecimiento con igualdad" y crecieron enormemente el gasto público. Además volvieron el antifujimorismo la "ideología oficial" del gobierno, donde para ser presidente debes declarar públicamente tu adhesión a este.
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Así es, cuando yo era un jovencito -uhhh, en el siglo pasado- era impensable que alguien no fuese de izquierda, la socialdemocracia estaba en auge y nadie con dos dedos de frente dudaba que el socialismo era el mejor de los sistemas posibles. Pasa el tiempo, las ideas muestran sus puntos débiles y pasan de moda.
BorrarEso de "crecimiento con igualdad" en realidad se trataba del crecimiento del gasto público, que dejaba a todo el mundo igualmente pobre. Excepto a la casta política, claro.
El antifujimorismo le ha hecho un daño enorme al Perú, es cierto que Fujimori cometió grandes errores, pero en promedio fue el gobierno más transformador de la historia del Perú, hubo un Perú antes y otro después de Fujimori, yo recuerdo ambos y el Perú de hoy no hubiese existido jamás sin las reformas estructurales de los noventas.
Estña bien ser crítico de lo malo, pero ese antifujimorismo como el de Hildebrandt y otros pobres diablos por el estilo es lo que ha arruinado el desarrollo del Perú. Todo tiene que verse con objetividad, reconociendo lo bueno y criticando lo malo.
Pero los que son fariseos solo por demagogia terminan siendo una peste.
Las sociedades caen rápidamente en la polarización cuando no son capaces de reconocer los logros de otros. Como bien dice, Fujimori transformó tanto al país, que ahora mismo, 24 años después de su caída (casi un cuarto de siglo) se sigue hablando de él. Perú es el país de los "indignados", donde todos se creen la autoridad moral suprema para juzgar, pero nadie es capaz de juzgar a la propia gente y sus nefastas decisiones políticas. No sé que pase de acá a 20 años, pero espero que haya un mínimo de sensatez y no volver a tocar fondo como en los 80s, porque si algo tienen las personas es que pueden tropezar dos veces con la misma piedra y encima echarle la culpa a la piedra.
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Así es, Fujimori no fue un santo ni un tipo muy honrado que digamos, pero el odio que muchos cultivan contra él es -para mi- una manifestación típica del envidioso y resentido. Si su gestión hubiese sido un fracaso no le tendrían el odio que hoy le profesan.
BorrarHay que saber reconocer las cosas buenas y las reformas de Fujimori en su primer gobierno fueron extraordinarias, lo mismo con Alan García 2, porque su primer período fue una porquería