08 enero 2017

Domingos musicales: Música y emociones



El director de orquesta Benjamin Zander da una charla TED un poco sobreactuada, pero bueno, todos los directores son así, es su trabajo, pero explica muy bien un par de cosas importantes de la música clásica. A propósito se pueden activar los subtítulos en español en la barra de abajo en el video.

Es muy bonito el ejemplo de un niño aprendiendo a tocar, a los 7 años peleando con cada una de las notas, a los 8 con cada compás, a los 9 con cada frase hasta que un día llega a tocar de manera fluída, relajado, dando el sentido a toda la pieza musical. Es como un viaje, desde descifrar las letras hasta disfrutar leyendo el libro. Yo -que toco como el niño de 7 años- lo entendí perfectamente, acentuando cada nota, peleando con las notas y seguramente me voy a morir tocando así gracias a mi flojera y falta de habilidad manual. Pero incluso martillando el instrumento se puede disfrutar porque a veces, después de tocar lo mismo cientos de veces, se empieza a tocar dos notas seguidas con fluidez, o tres, relajado y eso se siente muy, muy bien. Ni me imagino como será el que puede tocar bien una pieza completa.

Esa necesaria relajación es la que hace moverse y hacer gestos ridículos a los pianistas, bueno, algunos gestos son fingidos pero otros son realmente exigidos por la música, hay pianistas extraordinarios como Arrau, que pueden tocar agarrotados sobre el piano, pero la mayoría necesita tocar con todo el cuerpo y no solo con las manos y brazos.

La otra cosa interesante que muestra Zander es el mecanismo específico como la música produce emoción, llevando desde la tónica a la dominante y después vuelta a la tónica. Pero algo importante es que no se trata de un camino directo, algo como Do-Sol-Do sería aburrido y sin gracia, igual que en las obras de teatro -el ejemplo de Hamlet es muy bueno- que no muestran simplemente el conflicto y el desenlace, la emoción de la música clásica se genera con una especie de montaña rusa, donde se parte con la tónica y se avanza en una dirección, hacia la dominante, pero no se va directo sino que por medio de adornos y variaciones hasta que se llega al final. La vuelta hasta la tónica es interesante porque pasa antes por una serie de tonalidades que no resuelven: el oído espera un Do (en mi ejemplo sencillo) pero en lugar de eso va a un La, un Fa o un Re y con cada "equivocación" se va creando más tensión en nuestro oído, que al final solo quiere escuchar el Do, lo que ocurre al terminar la pieza.

Todas estas cosas se pueden "sentir" sin saber una sola nota de música, hasta un recién nacido puede sentir estas emociones porque son innatas al oído. El oído humano siempre espera que desde una nota de reposo suba hasta su dominante y vuelva al reposo, pero cada vez que esto no ocurre se produce una tensión en nuestro ánimo. Por eso nos puede gustar una canción sin que sepamos nada de teoría musical, pero cuando sabemos lo que está pasando podemos disfrutarla mucho más. Los clásicos, hasta llegar a Mozart, explotaron este truco muchas veces pero Beethoven lo llevó a su máxima expresión, probablemente nadie ha escrito música con tensión tan perfecta como Beethoven.

Después vinieron los románticos, claro, con sus temas interminables basados en la mayor sonoridad de las grandes orquestas y los instrumentos mejorados con la Revolución Industrial, pero la cumbre fue con Beethoven, que representó muy bien el concepto de "clásico" es decir "no superable". En fin, buena charla la de Zander, aunque su historia de Auschwitz no venía al caso y sus chistes no eran muy buenos, explica muy bien algunas cosas que son importantes para entender y apreciar mejor la música clásica.

Y si alguien todavía duda del poder de la música para transmitir emociones, solo tiene que ver los videos que puse ayer: el Aleluya de Haendel y el Gloria de Vivaldi ¡díganme si eso no transmite alegría!. Bueno, ya que hablamos de Beethoven y alegría, les dejo este bocadillo

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Will you still need me, will you still feed me
When I'm sixty-four"