«Deseo ante todo expresar a mis conciudadanos que los últimos treinta años de mi vida los consagré exclusivamente al altruismo y al efecto hice mi primer testamento en 1894, legando a la sociedad de Valparaíso una Universidad, pero en el transcurso del tiempo, la experiencia me demostró que aquello era un error y que era de importancia capital levantar al proletario de mi patria, concibiendo un plan, por el cual contribuyo, primeramente con mi óbolo a la infancia, enseguida a la Escuela Primaria, de ella a la Escuela de Artes y Oficios y por último al Colegio de Ingenieros, poniendo al alcance del desvalido meritorio llegar al más alto grado del saber humano».
«Dejo a mis albaceas la totalidad de mis bienes después de satisfacer los legados y las deudas a fin de que apliquen dichos bienes o sus productos a la creación y establecimiento en la ciudad de Valparaíso de las siguientes instituciones.
Una escuela de Artes y Oficios. con un internado y un externado, sólo se admitirán en el internado los alumnos que se hayan distinguido en las escuelas primarias por su inteligencia y laboriosidad; asimismo, se admitirán dos alumnos o más a juicio de la Dirección de las Instituciones, por cada provincia de Chile, y que se hayan también distinguido en las escuelas de ellas;»
(del testamento de Federico Santa María Carrera)
Un billonario excéntrico
Don Federico Santa María Carrera, fue exéntrico y extraordinario en muchos sentidos. Era un rabioso anti curas seguramente influenciado por su tía abuela Javiera Carrera y su padre, un próspero comerciante de origen vasco de Valparaíso. Este señor, que vivió obsesionado con la educación popular, no tuvo mucha educación formal él mismo, porque empezó a trabajar en una naviera a los 14 años y a los 26 años ya había comprado un lanchón para desembarcar mercaderías al puerto.
El tobogán sube y baja
Por un tiempo se fue a probar suerte las salitreras de Tarapacá -que entonces eran peruanas- no hizo mucha plata pero si buenos contactos con los ingleses de la zona, probablemente debe haber conocido a mi abuelo que era uno de los apoderados de la Casa Gibbs por esos años. Luego le vino una racha de malos negocios que lo dejó al borde de la quiebra, pero consiguió plata prestada y partió de nuevo y entonces si que empezó a ganar, amasando una sólida fortuna que lo llevó a tener intereses en muchas empresas.
A París los boletos
Cuando estalla la Guerra del Pacífico en 1879 deja todo y se alista para la guerra, pero no llegó a combatir porque una enfermedad lo dejó fuera. En 1880 se va para Europa donde empieza a operar en la Bolsa de Paris y otras, lo que de nuevo lo dejó al borde de la ruina, volviendo a Chile 4 años más tarde. Después de la Guerra Civil de 1991, donde estuvo del lado ganador (el congreso) sale nuevamente a recorrer el mundo, instalándose finalmente en Paris con su pareja Anna Guillaud, que era su secretaria. Nunca se casó ni tuvo hijos, pero vivió como si estuviera casado.
En las grandes ligas, el Buffett chileno
Operando nuevamente en la bolsa de Paris, se convierte en el principal mercader de azucar del mundo en su época, con lo que ganó una enorme fortuna. El Gobierno Francés le hizo un juicio por especulador, pero no pudieron condenarlo, salió limpio de polvo y paja, forrado en sus millones.
Volvió a Chile para el terremoto de Valparaíso de 1906 para ayudar en la reconstrucción de la ciudad, pero el país ya le quedaba chico, después de ganar unos pocos millones se volvió a Paris convertido en el oráculo de los grandes negocios, fue el Warren Buffett de su época. En 1925 muere de una neumonía
Come-curas sin ser masón
Entre las curiosidades de don Federico una de las mayores es que al parecer no fue masón, al menos yo nunca he visto algún indicio que lo fuera, aunque era anticatólico furibundo igual que los masones de la época. Siempre vivió muy austero pese a sus millones, nunca aceptó casarse y dejó hasta el último centavo de su fortuna para un proyecto de educación popular que llegaría a ser la Universidad Técnica Federico Santa María.
La herencia y el testamento
Como era soltero, el albacea de su herencia -estimada en unos 27 mil millones de dólares actuales- fue su cuñado Agustín Edwards Ross, la familia Edwards administró el patrimonio hasta mediados de los años 60, cuando el gobierno de Frei Montalva los dejó fuera.
¿Se fundieron los Edwards?
Existe una larga controversia sobre como administró la familia Edwards esa plata, porque en 30 años ya quedaba poco y nada, pero se hicieron enormes inversiones en el campus, talleres, profesores impiortados de clase mundial y educación 100% gratuita a muchas generaciones de ingenieros y técnicos provenientes de familias pobres. Obviamente esa plata estuvo invertida en negocios y la fortuna de la familia Edwards ya iba cuesta abajo en esos años, así que no es raro que las inversiones hayan corrido dudosa suerte.
Sin embargo yo creo que el legado se administró honradamente, porque los resultados están a la vista: el Campus Central es el más bonito y mejor equipado de todo Chile, se trajeron los mejores profesores de Europa, en especial alemanes, y la Universidad ha formado generaciones de los ingenieros mejor preparados de Chile, al menos en el aspecto técnico. La Universidad de Concepción. de masones, ni se le acerca, mucho menos la Universidad de Chile, estatal. Tal vez la que más se aproxima es la Católica, paradojalmente de los odiados curas.
La universidad desvirtuada
Sin embargo los Edwards en un sentido no cumplieron con el testamento. La idea de don Federico era hacer una Escuela de Artes y Oficios para formar técnicos de excelencia, a partir de los "desvalidos meritorios", esa fue la razón de traer profesores alemanes y un régimen de internado. Se debía llamar "Escuela de Artes y Oficios y Colegio de Ingenieros José Miguel Carrera". Desde el comienzo esa idea fue torcida con la creación de una universidad muy selectiva a la que lógicamente accederían principalmente los más ricos.
Esto no le hizo maldita gracia a don Federico, que enmendó su testamento enfatizando lo de Escuela de Artes y Oficios, pero los albaceas... como si escucharan llover, ellos lo que querían era una universidad de elite y punto. De partida cambiaron el nombre a Universidad Técnica Federico Santa María, y en años más recientes incluso se le quitó la palabra "técnica", ahora se llaman "Universidad Santa María" a secas.
Aunque el legado era para formar técnicos de familias pobres, la escuela de Técnicos, que todavía existe y dicta cerca de 20 carreras, está relegada al patio trasero como si fuera un secreto vergonzoso. Desvincularon hasta el nombre y se llama "Escuela de Técnicos José Miguel Carrera". Bueno, resulta que esa escuela que los averguenza es lo único que corresponde al verdadero legado y la idea original de su creador, el que puso las lucas.
En ese sentido, creo que la familia Edwards y los que siguieron a cargo cometieron la peor de las traiciones a la memoria del fundador, desvirtuando completamente su idea y su intención. Hoy es una escuela para niños ricos tal como la Universidad Católica de Chile, aunque igual reserva unos pocos cupos para nuestros equivalentes a los negritos de Harvard (a veces muy meritorios, hay que decirlo).
Para colmo, al cambiar el nombre, los albaceas incumplieron una instrucción expresa de don Federico que era: «Tanto la Escuela de Artes y Oficios como el Colegio de Ingenieros y toda otra institución que pudiera crearse más tarde deben agregar a su título el nombre de José Miguel Carrera en homenaje al gran patriota que dio el primer grito de Independencia en Chile y como enseñanza a los alumnos que ante todo se deben a su patria.». Traten de buscar ese nombre en un título sansano...
Sansania y yo
Desde que tengo recuerdos, siempre soñé con titularme de ingeniero civil electrónico en la UTFSM y apenas salí del liceo mi única postulación fue para esa carrera. Obviamente quedé fuera porque se necesitaba un puntaje y notas astronómicas, ¡yo no era un genio ni mucho menos!. Ese fue uno de los primeros hitos de mi Currículum de fracasos.
Me encantaba el escudo y toda la mística que rodeaba a la mejor universidad del país en esos años. No tenía idea entonces que don Federico era mi tío abuelo 6º. El escudo de la universidad era el de los linajes Santa María (izquierda) y Carrera (derecha), claro que el de Santa María lo adornaron un poco porque el original en lugar de tres torres lleva tres escobas, tal vez los albaceas encontraron lo de las escobas poco digno.
Pero no todo fue perdido, porque el mismo año que quedé fuera de la UTFSM entré a estudiar a Inacap y pude sacar mi codiciado título de técnico electrónico con los bueyes y las torres "Es umbra in solem" (que salga la oscuridad y que entre el sol), la historia la cuento en Ese Inacap de antes.
Ese inútil pedazo de cartón es el único título que tengo colgado en mi oficina, porque me trae grandes recuerdos y también por el orgullo de haber sido de los muy pocos desvalidos meritorios que fui beneficiado con la idea auténtica de don Federico. Tal vez soy un mini sansano, pero en cierto sentido yo soy de los sansanos de verdad: técnico, los otros -ingenieros- son de cartón (dijo el picado).
Hace poco fue elegido rector Juan Yus, hijo del temible doctor Yus que me tomó el exámen de título hace 47 años, en 1975, esa sería otra coincidencia que me conecta con sansania. Me hizo una sola pregunta de teoría de redes y era justo lo que yo sabía de memoria, tuve mucha suerte esa vez, recuerdo que desarrollé todo el circuito como sonámbulo, muy rápido. Le teníamos terror, pero como lo hice de corrido dijo "no más preguntas" y me puso 100%. O tal vez ya estaba aburrido y quería terminar rápido.
Sansania hoy
Pese a estar tremendamente desvirtuada y ser hoy una especie de colegio para niños bien, la Universidad Técnica Federico Santa María es todavía, a mi modo de ver, la mejor universidad de Chile. La más rigurosa, inflexible y exigente (no mucho en la actualidad, pero si comparada con las demás). También es la universidad con más mística, los que estudian o salieron de allí se llaman a si mismos sansanos y siguen siendo muy orgullosos de haber soportado la moledora de carne y salir vivos.
Pese a tener una formación tremendamente exigente, a los ingenieros sansanos no les iba bien en el mundo del trabajo, al menos en mi época eran considerados los típicos ingenieros cuadrados y con malas capacidades para establecer relaciones personales, supongo que con los años la formación se ha ablandado y ya no tienen ese problema.
En fin, dejo hasta aquí mi homenaje a Sansania, que tanto admiro. Lástima que me quedó grande pero se hizo lo que se pudo: algo es algo dijo el diablo.